miércoles, 29 de septiembre de 2010

El primer discurso

Han transcurrido tres años desde que pisé por última vez el colegio, y siento como si hubiera pasado mucho más tiempo desde aquella vez.

Me acuerdo de los últimos días de clases, esos en los que ya no pasaban materia, en los que podíamos ir con ropa de calle, en los que comenzaban los preparativos para la ceremonia de graduación.

En uno de esos días, se realizó un acto especial, en el que cada curso debía escribir un texto que los representara fielmente y escoger a un compañero que lo leyera frente a todo el colegio.

Resulta que a mi curso, el 4°C, la noticia les pilló por sorpresa. No teníamos nada preparado y en pocos minutos debíamos exponer nuestro discurso. En medio del nerviosismo, sin que nadie supiera qué hacer, pedí prestado un lápiz y un cuaderno y comencé a escribir.

Me acuerdo que las ideas fluían rápidamente por mis pensamientos, una tras otra,  sin detenerse. Cuando di el punto final, el inspector llamó al 4°C a salir adelante. Presa de la vergüenza y de la timidez, de la que por cierto me arrepiento, le solicité a un compañero que fuera conmigo y que leyera el discurso. Yo, desde atrás, le advertía de los borrones y le repetía discretamente las palabras ininteligibles. Una ridiculez del porte de un buque, pienso ahora, porque lo más sensato era que si yo había escrito el texto, yo debía leerlo, pero la verdad es que en ese momento eso no era lo importante.

Hace un par de días mi madre me envió un e-mail en el que me decía que rescató aquel papel en el cual escribí el discurso, y que lo inmortalizó en un archivo de Word que adjuntó al mismo correo. “Lo encontré revisando los archivos de la oficina, creo que no lo tenías –me dijo, y finalizó- Un beso, tu madre que te adora”... Debo admitir que no me acordaba de la existencia de ese papel. Y sin esperar más, abrí el documento, que decía así:  imageQueridos maestros, compañeros, todos:

Pocos días quedan para graduarnos, empezamos a ponernos más nerviosos y a darnos cuenta de lo que se nos viene.

Siempre andábamos en las nubes, un poco desganados, que nos faltaba motivación, nos decían los profes, pero lo cierto es que éramos el curso más transparente de todos: no existían los “cahuines”, ni los enredos, ni las peleas sin sentido. Sólo la indiferencia de unos con otros podía llegar a distanciarnos, pero no tanto como para impedir cantarle el cumpleaños feliz al “abuelo” las veces que queríamos, en clases de filosofía, ni para copiar descaradamente en matemáticas, ni para llevar al psiquiátrico al profe de religión
(me acuerdo que tras esa frase las risas irrumpieron fuertemente y el profe de religión se molestó, dio media vuelta y se fue).

Fueron años de trayectoria los que vivió nuestro curso, desde 7º básico hasta el 4º medio, sí, desde que el “C” es mixto, desde que las mujeres invadieron nuestro curso y desde que tuvimos que adaptarnos a todos los cambios que sufrimos, como profes que tomaban la jefatura creyendo que podían manejarnos fácilmente.

Muchos compañeros también quedaron atrás, algunos dejaron grandes huellas y otros simplemente quedaron en el olvido. Y hasta 4º medio continuamos enfrentando cambios, recibiendo nuevas compañeras y nuevos compañeros que sin duda fueron relevantes en nuestro proceso.

Así fue nuestro  curso, una rotación constante a lo largo de los años de la que tuvimos que adaptarnos, pero a veces reclamar, alegar y hasta protestar. Puedo decir que a pesar de todo, el “C”, con sus defectos y virtudes, con los que quedamos y los que quedaron, siempre fuimos verdaderos y también distintos a los otros cursos, porque, en cierta forma, marcamos una diferencia y tuvimos una identidad propia. 

A nuestros profesores, los que tuvieron el honor de serlo, a los que nos entendieron, a los que nos soportaron, a los que nos enseñaron más allá de sumar, restar, y que pudieron darse cuenta que éramos capaces de entregar mucho como curso, y también a los que nos dieron el apoyo que más de una vez necesitamos, a todos ellos, MUCHAS GRACIAS.

4°C E. Media
Colegio Shirayuri – La Florida
30 de noviembre, 2007.
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Cuando mi amigo finalizó, escuché aplausos y gritos que decían bravo. Vi que el inspector se acercó a nosotros un poco molesto -me imagino que no le pareció algo de lo que leímos-, nos arrebató el micrófono y nos pidió que nos retiráramos.

Recibí abrazos de parte de mis compañeros de curso, otros golpecitos en la espalda, sonrisas, apretones de mano y todo ello se sumaba a la satisfacción que me provocaba el hecho de saber que mi primer discurso tuvo una muy buena recepción en la gente, independiente de que yo no lo haya leído.

Ese día, ya en mi casa, acostado en mi cama, más tranquilo, me acuerdo que le dije a mi consciencia: Quiero ser periodista.

2 comentarios:

Keldor dijo...

ajajaja, si me acuerdo de ese discurso :)
Y de cuando el waton dijo: "uaua" algo asi como ruperto (que en ese tiempo aun no existia)

s t b n ! dijo...

Jajaja, claudio, la verdad es que de eso de la "uaua" no me acuerdo wn, me tendrás que contar con más detalle sobre eso.