miércoles, 31 de agosto de 2011

El Mapocho rebelde

Como diría Pedro Lemebel, el Mapocho es lo único rebelde que le va quedando a esta ciudad, por eso algunos ya quieren barrer con ese espacio. "¡Que sea navegable!" dicen, y apluden entusiasmados cuanto proyecto pretenda transformar al principal curso de agua de la ciudad de Santiago en un río limpio y subordinado a la estética que promueve el mercado. 

¿Qué sería del Mapocho, ícono de la cultura popular del país, transformado en un centro de atracción turística? Mejor ni imaginarlo. Quienes consideren al Mapocho un río indecente y repugnante no debieran condicionar al resto su percepción personal, aunque sea cierta. El Mapocho no es un caudal de aguas cristalinas ni pretende serlo. El Mapocho es ordinario, y por más que no quieran aceptarlo, en ello habita su belleza.

martes, 30 de agosto de 2011

Cálmate

Cálmate, cálmate, cálmate ♪♪

Cálmate, cálmate, cálmate ♪

Hay mucho que aprender ♪♪ 

Y poco que perder... ♪

Hay mucho que aprender ♪♪

Y poco que perder. ♪

sábado, 27 de agosto de 2011

Ella duerme como una sirena

Ella duerme como una sirena, 

Y yo no quiero interrumpir sus sueños 

Con mis vigilias enfermizas. 

 

Me tomo un sorbo de piscola.

La lluvia golpea las ventanas. 

 

Hablo del silencio,

Aunque no lo comparto con nadie. 

El silencio se comparte, sin duda, 

Pero a mi me cuesta compartirlo. 

 

Parece que estoy enfermo, 

Como un enfermo de esos que no dejan 

De preguntarse mil veces si está bien o mal 

LO QUE DIJERON, si está bien o mal 

LO QUE HICIERON, si está bien o mal 

LO QUE SINTIERON...

 

La seguridad la encuentro

ALLÁ BIEN LEJOS.

 

El silencio sigue siendo mío, 

Pero yo insisto: no quiero compartirlo. 

Y ella duerme,
Ella duerme c
omo una sirena.

viernes, 19 de agosto de 2011

Apuntes de invierno

1. Dicen que hoy llovió como nunca, que hizo un frío inédito y que hasta nevó en varias partes de la capital. Y recalco que "dicen" porque yo no me fijé en nada de eso. Pasé todo el día vegetando en la casa, prácticamente encerrado, y no pasé ni frío (doy gracias). Tenía pensado levantarme temprano para ir a la marcha estudiantil pero la verdad es que lluvia de hoy en la mañana golpeaba tan fuertemente el techo y las murallas, que me hizo dudar hasta convencerme que era mejor quedarme durmiendo. Después vi por la tele el panorama. Quizá producto del sueño (suelo pensar huevadas insólitas cuando despierto) creí que podían cancelar la marcha. Pero no, ahí los veía a todos con sus paraguas y sus impermeables -la mayoría negros- avanzando por la Alameda con el frío y la lluvia acechando. Por un momento pude imaginar como que todas esas personas marchaban en realidad por la muerte de algún personaje histórico. En todo caso, no estaba tan lejos de la muerte con esa idea que me apareció de repente, si en este país hace rato que la educación falleció.
 

2. Las imágenes me dieron recargo de conciencia. Yo tenía que estar ahí. Hace tiempo siento un deber ciudadano que jamás había experimentado. Pero no, estaba parado como huevón frente al televisor y armando en mi mente esas excusas que son en realidad mentiras para autoconvencernos de una verdad forzada por nosotros mismos. Miré por la ventana y vi que era cierto, estaba lloviendo, pero no exageradamente, y jamás vi nieve y para ser sincero no me moría por ver nieve. En la tele decían que era un hecho inusual y dividían las transmisiones de las noticias entre la marcha y la nieve tratando de hacer una conexión que me parecía forzada. Un rato veía a los estudiantes marchando bajo la lluvia y después  a un periodista en Las Condes preguntándole a las familias del sector si estaban sorprendidas por el "hecho inédito" y no faltó el cabrito chico que quería decir alguna estupidéz por el micróno y que el periodista le dio tribuna con una sonrisa de mierda en la cara. Mejor me fui a acostar. Dormí casi todo el día y ahora en la noche escribo más despierto que la mierda. 


3. Con un amigo fuimos a ver al músico chileno Manuel Huerta. Tocaba en mi universidad, en la Central. En el camino nos tomamos un vinito merlot que venía perfecto para una noche fría y nublada como esa. Yo nunca había escuchado a Manuel Huerta. Mi amigo me decía que era bueno, que le ponía, pero yo no sabía qué tanto. Ese día conocí la música de Huerta y fue un verdadero descubrimiento. Esa noche se hizo patente la belleza de su música y su letra, inconfundible. "Solo sé que quien soñó la fantasía/ se quedó con sus momentos olvidados/ y en lugar de un gran dolor/ se enfrentó con la incerteza del pasado (8)... Nos fuimos satisfechos, distinto a como entramos. Eso lo logran los grandes artistas. Huerta es uno de ellos y me da lata que en mi país no sepamos rescatarlos. Tenemos un tremendo músico tocando en un escenario bonito y con un público atento pero que no supera las 40 personas, si es que. Sé que eso importa poco para un verdadero artista y tampoco para quienes lo escuchan, incluso se rescata y se valora la cercanía y la intimidad que se genera en funciones como esas. Es el hecho mismo el que critico. Pienso en la mierda desechable de música que está de moda y que convoca multitudes que repletan estadios enteros, y me da rabia siquiera pensarlo.


4. Me cuesta escribir historias. Algo no anda bien ahí. Siento que aparecen muchas ideas y que no tengo cómo transformarlas en palabras. Y cuando lo intento, no me convence. Tengo las ganas, aunque me da una especie de temor confuso intentarlo tantas veces y darme cuenta en algún momento que simplemente no puedo o no tengo el talento necesario y que debo dedicarme para siempre a escribir lo que pienso y que el único gran libro que un día voy a poder armar y no sé si publicar se va a tener que llamar: La voz de mi pensamiento. Algo así como una recopliación de todos mis escritos de este blog más un epílogo y acompañado de textos de los autores que más leo. No suena tan mal. Pero yo quiero más. Quiero ir más allá y en el fondo... en el fondo sé que puedo hacerlo. Con un poco de paciencia voy a lograrlo. Cuando lo logre voy a sentir que mi alma se desprende de mi cuerpo y que los seis gramos que dicen que pesa, desaparecerán. Y voy a notarlo, voy a sentirme más liviano y seré momentaneamente feliz, limitadamente volátil hasta poner otra vez los pies en la tierra. Cuando lo logré voy a sentir que hice todo lo que tenía que hacer, que di todo lo que tenía que dar. Una vez le expliqué a un amigo que puedo pasar un día entero acostado, mirando el techo, esperando que la luz del día y de la noche hagan lo suyo mientras yo sigo mirando el techo esperando la nada, dejando que pase todo... pero un solo texto que escriba o incluso un solo pensamiento que traspase satisfecho a palabras, son suficientes para hacerme sentir que no fue un día perdido. O dicho de otra manera, un texto que escriba basta para darme a entender que pasar el día entero mirando el techo, sí tuvo sentido.

jueves, 18 de agosto de 2011

Las palabras

No les puedo pedir más a las palabras porque ya les debo mucho; son ellas las que deben exigirme a mí que les dé lo que merecen.

martes, 16 de agosto de 2011

Prefiero ser un escribidor

¿Sobre qué te gusta escribir? Me quedé pensando en la respuesta. Me gusta escribir sobre lo que pienso, sobre lo que veo, sobre lo que siento. Sobre eso me gusta escribir, le respondí. También me gusta escribir historias pequeñas, aunque me cuesta un poco inventarlas, así que no sé, prefiero armarlas a partir de una experiencia personal.

Cuando chico mi vieja me regalaba todos los años una agenda. Me acuerdo que en ese tiempo una agenda era un regalo para niñas, y quizá todavía lo sea. A las niñas les gustaba escribir sus confesiones y mantenerlas ocultas y aseguradas con un candado. Yo me acuerdo que tuve una de la selección chilena y otra de Coca-Cola, pero eso daba lo mismo, era un detalle. Al final, escribir lo que uno hacía durante el día era medio mamón, de mariconcito, pero yo lo hacía igual.

Todas las noches, antes de dormir, escribía unas cuántas líneas que resumían un día entero. Cuánto daría ahora por tener esos escritos en mis manos y volver a encontrarme con esas palabras. Palabras de niño, palabras inocentes, palabras sin pretenciones, sin cargas, sin ánimo de nada... Soy incapaz de recordar lo que me motivaba a escribir entonces. Y si lo pienso más todavía, tampoco tengo una respuesta elaborada o una razón demasiado clara de por qué escribo ahora.

Ya no puedo dejar de escribir, eso lo tengo claro. Cuando paso mucho tiempo sin escribir y escribo, me siento como aliviado, como si me sacara una mochila gigantesca de mi espalda, me siento liviano y me siento también como quien cumple con un deber importante; me siento satisfecho conmigo mismo. Me encanta esa sensación. El otro día pensaba que por "naturaleza" -si es que cabe el término- soy una persona que no sabe gritar ("¡no sé gritar!"), "y en lugar de gritar, escribo".

Eres escritor, me dijo. Me quedé pensando qué contestar. Siento honestamente que me queda muy grande esa palabra. Pero escribes, ¿cierto? Claro que escribo, le respondí, hay personas que bailan, y son bailarines; otras que cantan, y son cantantes; pero hay muchos que escriben, y no son escritores. Puede ser, me respondió, pero uno sabe cuando nació para algo. 

Yo no sé ni nací para escribir. Yo no sé si las personas nacen para algo. En el fondo, me gustaría ser escritor, pero creo que siempre voy a decir que soy periodista antes que escritor, como una estrategia barata para evadir el fracaso. Prefiero ser un periodista que escribe, suena mejor. Pero por ahora digo que soy un escribidor, que no es lo mismo.

A ella le dio risa mi respuesta... y a mi también.

lunes, 15 de agosto de 2011

Una vida asquerosamente cómoda

En la vida siempre se nos presentan oportunidades que determinan el camino que recorremos. Ese camino es la vida, nuestra vida. ¿Quién más que nosotros tiene el deber de elegir el camino por el que queremos caminar? Somos nosotros el resultado de nuestras propias decisiones. Algunos dicen que tenemos lo que nos merecemos. Puede ser que sí. En todo caso, me cuesta creer que existan oportunidades únicas en la vida si vivimos eligiendo en un mundo repleto de oportunidades. Cuántas oportunidades tomamos, cuántas desechamos. Quiero esto y esto otro. Esto no lo quiero, pero esto sí. Cuántos caminos dejamos de lado por preferir otros más cómodos, pavimentados, limpiecitos, ordenaditos, más facilones, por el que transitan la mayoría de las vidas comunes. No quiero decir que la gente que opte por el camino tradicional (ese que está socialmente establecido) prescinda de problemas. Ojalá fuera así. Lo que quiero decir es que la gente opta por el único camino que conocen, por el camino "obvio" -por llamarlo de alguna manera- como si no existieran otros, como si fuera "EL camino", y no se dan el trabajo de ver más allá de la cuadra en la que habitan cotidianamente. Yo creo que hay que ser valiente para atraverse a mirar un poco más allá, para despegar "aunque sea un centímetro de la tierra a la que no quiero vivir atornillado", porque fuera de la pista pavimentada está la tierra, las piedrecillas, las rocas, el frío, la lluvia, el sol en pleno rostro pero también el sol iluminador, calentito, acogedor, y ese trayecto a mí me llama más la atención, quizá porque me es desconocido o porque me parece más lejano y lo lejano quisiera tenerlo más cerca. En cambio la vida del camino pavimentado la conozco de sobra, porque es el camino que eligieron mis padres, mi familia y la gente de la ciudad; conozco esos rostros, esas manos, esas miradas hijas de la vida agitada, de la vida acorralada por el sistema que los atrapa por la garganta y los estruja y los termina volviendo locos. Locos, enfermos y trastornados. Yo soy un posible candidato para participar de todo eso. Pero como la vez que me saqué el servicio militar, yo me justifico y me rectifico antes de tiempo: no quiero llevar una vida asquerosamente cómoda.

domingo, 7 de agosto de 2011

La dictadura de los días

He conocido la vida traumática de algunos de los grandes escritores y entonces digo, mierda, llevo una vida asquerosamente cómoda, no estoy dispuesto a pasar mi vida viviendo tan comodo, quiero pasarlo mal, quiero vivir marginado, sentirme ajeno, estúpidamente superior al resto. Quiero escribir desde la angustia, desde la pena, desde el dolor, desde la rabia. Quiero hacer de las palabras una sinfonía de lamentos, un dispensador de disconformidades. Pero soy taaan feliz. Y todo anda bien por estos lados.

No quiero parecer un mal agradecido, aunque lo sea.
No quiero parecer enfermo, aunque en el fondo lo esté.
No quiero vivir profundamente angustiado, aunque a veces lo viva.
Aunque pase todo, yo quiero nada,
y no sé si estar tan seguro de eso.

Me siento estúpido.
Me siento engañado.
Me siento parte de esto.
Y me odio por eso.

Quiero escapar, arriesgarlo todo sin perder nada.
Quiero vivir sin miedos, rodeado de fantasmas.
Quiero un lápiz grafito y palabras infinitas.
Quiero dimensiones paralelas
en el paso atropellado del camino a casa.
Quiero decisiones presentes para el futuro incierto.
Quiero recuerdos permanentes en el mundo del olvido.

¿Hasta cuándo somos capaces de resistir
sin ser arrastrados por esa ola gigantesca
que llaman vida?

Ideas de domingo por la tarde
Lluvia de gotas que golpean con furia las ventanas,
camas deshechas,
miradas cabizbajas
rostros demacrados
lagañas maduras,
resaca rompesueños
pensamientos profundos
digresiones ligeras
angustia vital...

La evidencia más evidente
de que el ser humano es ciudadano,
es que acepta conforme la dictaduras de los días:
lunes...
martes...
miércoles...
jueves...
viernes...
sábado...domingo...
lunes...
martes...
miércoles...
¿existe peor dictadura
que la del paso uniforme de los días?