miércoles, 27 de octubre de 2010

Las soledad en medio de una vida llena de sentido

La vida es sentido, en tanto nosotros somos conscientes de la vida. Cuando vivimos sólo por vivir o por cumplir con el ciclo natural de nuestra existencia, el camino se torna difuso y nos desviamos por uno, casi siempre equivocado, que nos lleva directo a un callejón sin salida: la soledad.

delirioUna vez me dijeron que era imposible vivir en la soledad, y yo le comenté que era bastante probable que así fuera. El ser humano nació y se desarrolló en comunidad, por tanto no debiera ser fácil renegar cierta naturaleza latente en nosotros.

Pero le advertí, eso sí, que es posible hacer de la soledad una verdadera compañía, un poco odiosa, a ratos, quizá, pero sostenible, incluso agradable y complaciente, por cuanto tiempo aguantara el alma humana.

En la vida uno debe ser apasionado, debe dejarse llevar por aquello que nos satisface, que nos mueve por la vida, que nos despierta un interés desmesurado capaz de otorgarle sentido a nuestra propia existencia.

Quien vive de pasiones es un hombre apasionado, un ser poseído, capaz de introducirse en una imageespecie de espiral en donde el tiempo queda subyugado a otra dimensión, y la realidad pasa a segundo plano.

Así, para el hombre que vive inserto en su propia existencia, que vive ocupado haciendo lo que le gusta, que tiene varias tareas por delante y que mantiene su mente despierta, ocupada en aquello que le quita el sueño, no conocerá a la soledad sino como a una compañera.

martes, 26 de octubre de 2010

Facebook: Desahogo posterior a un adiós cibernético

“Desactivo mi cuenta. ¿El motivo?: Cada vez que estoy conectado acá siento que pierdo mi tiempo. Quienes quieran contactarme, saben cómo hacerlo. Que desaparezca de esta plataforma no significa que no exista o que esté muerto, aunque para algunos sí. Un abrazo cibernético a todos.”

imageEsas fueron las últimas palabras que dije antes de cerrar definitivamente mi cuenta  de la plataforma virtual Facebook. Ahora me siento incómodo, un poco preocupado, nervioso, no sé. Es como si hubiera realizado una de las hazañas más grandes de toda mi vida, o como si me hubiera revelado ante el mundo con la rebeldía de pocos. Pero nada de eso.

Mi preocupación va enfocada hacia otra dirección. Me provoca un temor escalofriante imaginar que en un par de décadas más seré testigo de un mundo siniestro, lúgubre y frío, en el que las relaciones sociales se sostendrán única y exclusivamente mediante plataformas virtuales. Los vínculos cercanos, fraternos o íntimos, serán reemplazables.

Basta echar a volar un poco la imaginación para fantasear con besos cibernéticos, abrazos cibernéticos, amigos cibernéticos, fiestas cibernéticas, en fin, relaciones cibernéticas que formarán parte de una realidad imaginaria, pero tan propia de las futuras generaciones, que se posicionarán como una realidad incuestionable. Ese es mi temor, pero yo no puedo hacer nada para contrarrestar el devenir.

imageQué espantoso es todo esto. Desactivé mi cuenta de Facebook –una acción tan minúscula, tan insignificante– y siento como que “desaparecí del mapa”, o que dejé de existir  para un grupo importante de personas, y no exagero. Importante en cuanto a cantidad, no es menos dejar de lado 355 “amigos” de un momento a otro. Ya lo dije, pero lo repito, la gente que me conoce, que me quiere, o que por alguna razón necesita ubicarme, sabe cómo hacerlo.

lunes, 25 de octubre de 2010

Facebook le da sentido al sin sentido

Hace varios días le doy vueltas a la idea de cerrar de una vez por todas mi cuenta de Facebook. Una idea que parecía no tener ni pies ni cabeza se transformó, de pronto, en un motivo suficientemente urdido y razonado para comprender que esto no se trata sólo de un capricho estúpido.

imageFB es, a mi modo de ver, una plataforma virtual que funciona con un motor que se mueve únicamente a expensas de un interés malsano por las vidas ajenas.

Si las tecnologías representan diferentes extensiones de nuestros sentidos, FB representa la extensión de nuestra propia realidad: Nos convertimos fácilmente en espectadores activos de las vidas de quienes, en rigor, no tendrían por qué interesarnos sobremanera.

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Facebook es una herramienta puesta a nuestro servicio y que merece el sentido que nosotros mismos le otorgamos. Digamos, entonces, que FB es una de las infinitas maneras en que el ser humano puede elegir para ser un imbécil. Por ahora soy un imbécil más, pero podría dejar de serlo si me convenzo definitivamente de mis propias palabras.

lunes, 11 de octubre de 2010

El gran carnaval de los “33”

UN GRAN CARNAVAL: en eso se convirtió la historia de los 33 mineros atrapados en la mina San José. A partir del miércoles comienza la función. La hazaña se transmitirá por televisión y a nivel internacional. Todos estamos alegres y entusiasmados para que el rescate salga perfecto. Pero a estas alturas resulta imposible soslayar y dimensionar a ciencia cierta todo el provecho mediático, económico y político que se está sacando de este episodio.

rescate de mineros

Todo lo que se pueda decir acerca de lo que ocurrirá una vez que los mineros sean rescatados puede resultar obvio y predecible. Pero de todas formas, hagamos el ejercicio: Más de un centenar de medios de prensa extranjeros transmitirán en vivo las operaciones de rescate, paso a paso, minuto tras minuto, sin pasar por alto ni el más mínimo detalle. Miles de personas, entre familiares, cercanos y conocidos los recibirán entre gritos, abrazos y llantos. Las cámaras, apostadas en los rincones menos esperados, registrarán cada uno de los gestos más emotivos. Los televisores de todo el país se mantendrán encendidos, y las miradas de la población permanecerán expectantes.

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Las autoridades aguardarán el momento oportuno para figurar como un actor importante dentro del rescate, conscientes de todo el provecho político que pueden obtener si son buenos actores. Apenas tengan la ocasión vociferarán a los medios nacionales y extranjeros que logramos rescatar a los “33”: los “héroes de la patria”, “hombres con temple, fuerza y energía que quedarán en la memoria de todos y cada uno de los chilenos”, y mil trivialidades más que ayudarán a condimentar el caldo de cultivo de emociones que será el plato especial de ese día.

Con todo esto, se pasará por alto un punto clave durante todo este proceso, que mucho más que héroes –por la valentía y el coraje de aguantar con vida durante tanto tiempo- los mineros son víctimas de las pésimas condiciones laborales y de inseguridad en las que trabajan. Aunque claro, de ello no se dirá nada, eso no será lo importante, ni para los espectadores y mucho menos para el aparataje mediático, que alcanzará altísimos niveles de audiencia.

Los mineros son víctimas de una realidad que viven mucho más que “33” hombres. A sangre fría, los otros miles de trabajadores que están en sus casas se estarán maldiciendo una y otra vez por no haber estado en el interior del yacimiento al momento del imageaccidente, pues no tendrán la suerte de los que se quedaron atrapados. Los afortunados, los 33, volverán a nacer luego de salir a la superficie. Sus vidas cambiarán, para bien o para mal, radicalmente.

 Los dueños de los medios y los grandes empresarios los estrujarán hasta dejarlos secos, hasta que no les sirvan, hasta que dejen de ser noticia. Claro que los más inteligentes le sacarán provecho a su popularidad, pero otros, en cambio, podrían perder el rumbo y no saber quiénes son al verse fulminados por las luces de los flashes, las entrevistas, las invitaciones a programas de televisión, las invitaciones al extranjero, las condecoraciones, los premios, los nuevos amigos, en fin: al dinero, la gloria y la fama.

Si me piden que les plantee la manera en que yo hubiese manejado este episodio, no sabría que decir, pues no existe la forma de hacerlo. Esto va en contra de la voluntad de los individuos, se trata de un fenómeno mediático imposible de contrariar, que ya forma parte del inconsciente colectivo y que avanza con la fuerza de una ola gigantesca. Me limitaría a eimagexpresar mi deseo de que una vez que los trabajadores salgan con vida, se les diera la bienvenida que merecen, con la parafernalia y todo si quieren, porque de verdad se la merecen, pero que luego se les dejara tranquilos en sus hogares, junto a sus familias, para que pudieran comenzar de nuevo. Pero eso suena muy lindo para ser verdad.

A propósito, les recomiendo la película “Ace in the hole” o “The big carnaval” (se conoce con esos dos nombres) de Billy Wilder. La protagonizó Kirk Douglas, en 1951. “The big carnaval” fue premonitora en muchos sentidos. En ella verá a todos los personajes que aparecen hoy en la televisión, personificados en el film.

martes, 5 de octubre de 2010

Morandé: El público y la deuda pendiente

“Cuando yo les haga la seña aplauden harto, ¿ya? Soy animador de eventos de una disco, así que si se portan bien les regalo unos freepass”- dijo el hombre que decía ser coordinador de piso, como para entusiasmar al público. Ellos, de inmediato, se encendieron.

imageEl programa Morandé con Compañía se realiza en los estudios Chilefilms: ese que  está ubicado en la comuna de Las Condes, justito en calle Capitanía, a la altura del 1200, para ser exactos. Allí, en la entrada, se agolpó la multitud. Falites, dueños de casa, cesantes, veteranos care’ chicha, niños mimados que van de la mano con la mamita, unas jovencitas que no pasaban los 25 años, de ojos claros y buen culo, y que fueron víctimas de las miradas codiciosas de los viejos calentones interesados en darle, y no saludos.

La mayoría del público permanecía inquieto: conversaba, gritaba y reía, mientras aguardaba el aviso del guardia para que avanzara esa larga fila que se extendía bulliciosa por toda la calle y que, por cierto, echó abajo la tranquilidad de la villa. Todos ellos, o al menos la mayoría, debió haber llamado a la productora del Kike Morandé, la KIKE 21, para conseguir las entradas.

La secretaria pedía el nombre, decía que lo anotaba y luego de unos segundos aseguraba que ya estaban reservadas. Pero la cosa es que las entradas nunca aparecieron. Dieron las diez de la noche cuando recién dejaron pasar al estudio a todo el tumulto en filita, cual arriero lleva su ganado, y ni señas de la famosa entrada. Pero les pidieron a los presentes que tuvieran paciencia, como un gesto de misericordia con aquellas personas, o como una muestra de que se dan cuenta que son personas y no animales.

Se trata de un recinto estrecho comparado a lo que se percibe desde las pantallas de la televisión, con una capacidad para recibir a no más de cien personas, un par de butacas de madera colocadas en cada esquina, cámaras imageapretujadas frente a un escenario diminuto, hombres y mujeres que se paseaban de un lado a otro; unos daban instrucciones… otros obedecían.

Se encendieron las luces, las cámaras también. Apareció un tipo que decía ser coordinador de piso y que gritó, porque fueron alaridos los que se escuchó apenas abrió su boca, que si cualquier de los invitados aparecía en la tele que no se les fuera a ocurrir hacer señas de ningún tipo, porque se veía feo. Esa fue la primera de las tantas indicaciones que vendrían después. Se trataba de un verdadero show simulado.

Las órdenes del que decía ser coordinador…

¡Oye! Tú, sí, tú el de polera roja, siéntate que ya va a empezar el programa!-, le gritaron a un joven que pretendía ir al baño. Éste se sentó rápido, sin protestar. Todos los asientos quedaron ocupados y los que llegaron último tuvieron que sentarse en el suelo. Tengo la raja pa’ la cagá, se escuchó que alegaba un joven, y no era la excepción. Los que se perdieron en medio del camino o se quedaron dormidos, les pasó la vieja y no los dejaron entrar.

En el estudio, el sonido de las voces del público no dejaban ni un sólo espacio para el silencio, lo que empezó como un murmullo tenue se convirtió en un ruido intenso que se apagó de súbito cuando apareció el hombre de esa noche, Francisco Javier Morandé Peñafiel, más conocido como el Kike Morandé, dando paso a fuertes aplausos y vítores.

Al ruido de los aplausos y los gritos se suimagemó una música de fondo, como de presentación. El que decía ser coordinador de piso hacía señas al público, eufórico, para que todos aplaudieran con todas sus fuerzas, en señal de ovación. Y como si eso fuera poco, realizaba gestos con su boca para que todos lo imitaran y gritaran i-do-lo, í-do-lo, í-do-lo, arrastrando las palabras, y todos obedecían sin vacilar.

Los reclamos del público

Luego de que la gran mayoría acabó con las manos acalambradas de tanto aplaudir y otras voces afónicas de tanto vociferar, una voz en off, de tono grave, de palabras que calaban al oído, pero algo seca, incluso tenebrosa, informó que lo primero se trató de una grabación que se transmitiría en un par de días más, y que por eso solicitaron al público llegar con tanta anticipación. De inmediato se oyeron algunos reclamos tímidos que fueron en aumento.

Una de las tantas señoras que estaba sentada entre el público, entrada en kilos, de pelo corto y teñido rojo, y con una blusa gigante que la vestía completita, alegaba y alegaba que quería aparecer en vivo y en directo. Y su deseo se concedió al poco rato después. El Kike volvió a ingresar al estudio, pero esta vez sí que iba en serio, o mejor dicho, sí que iba en directo. Se encendieron nuevamente las cámaras, se escuchó la misma música de fondo, se repitieron los aplausos alentados por el que decía ser coordinador de piso, pero esta vez sin ningún tipo de grito escandaloso.

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Ingresó al estudio el guatón Mathiu y todos le avivaron la cueca. La  señora que reclamaba hacía un rato ahora tenía la risa impregnada en el rostro porque el guatón se sentó justo detrás de ella y justo al lado de un cuarentón regordete que le apodaban el Caszely, por su parecido al ex jugador de fútbol. Entonces cada vez que el Mathiu tiraba una talla las cámaras lo enfocaban y la señora aparecía en un extremo de la pantalla riéndose a carcajada limpia.

Pasaron las horas y el que decía ser coordinador de piso no se cansó de gritar instrucciones al público, pero no se olvidaba de alabarlo por lo que él calificaba como tener buena disposición, en circunstancias que no quedaba otra opción. Cuando el programa terminó, el público ya tenía las manos moradas por todos los aplausos que concedió gratuitamente.

Yo soy animador de eventos de una disco –decía el supuesto coordinador de pisos- así que si se portan bien les regalo unos freepass. Y mientras daba las últimas instrucciones para que el público desalojara, la señora entrada en kilos que alegaba que quería aparecer en vivo le gritó: ¿¡Shí, weón patúo, más lo que aplaudimos, y las entradas cuándo!? Pero las famosas entradas nunca aparecieron. Ni siquiera un engañito, ni por el favor que les hicieron.