lunes, 20 de septiembre de 2010

Todos tenemos nuestras fábulas delirantes

Hay pocas cosas que me llamen tanto la atención como la locura, quizás porque siempre la he ligado con la genialidad. Los grandes locos de la música compusieron piezas extraordinarias. Célebres escritores locos dejaron también su legado. Memorables personajes históricos se transformaron en leyendas universales por su audaz valentía o por su crueldad destemplada. Con todo eso, quién no querría poseer un poco de locura.

paranoia900 El poeta alemán, Henrich Heine, dijo una vez que “la verdadera locura quizá no sea  otra cosa que la sabiduría misma que, cansada de descubrir las vergüenzas del mundo, ha tomado la inteligente resolución de volverse loca”. Y la verdad es que así les ha ocurrido a numerosos hombres que construyeron sus  propias fábulas delirantes.

Hitler soñaba, algún día, con exterminar por completo al pueblo judío y garantizar el futuro de una Alemania “pura”, al costo que fuese necesario. ¿No vivía, Hitler, su propia fábula delirante? O el gran Gengis Khan, emperador mongol que conquistó un vasto territorio y unificó las tribus nómadas del norte de Asia para formar el imperio más extenso que haya existido en la historia del mundo. ¿Él, acaso, no debió poseer en su mente su propia fábula delirante para realizar semejante hazaña?  
 
Sin ir más lejos, cada uno nosotros fabricamos nuestras propias fábulas  delirantes. Las historias que deformamos en nuestra mente para calzarlas, perfectamente urdidas y razonadas –a veces inconscientemente-, con lo que queremos ver o creer, con lo que imagequeremos y no queremos ser, con lo que anhelamos y lo que pensamos en voz alta durante la noche, en los más profundo de nuestra conciencia y que compartimos sólo con nosotros mismos, todo ello forma parte de nuestras fábulas delirantes.

Los locos no son solamente los incapacitados que dejan de lado la razón, ni los que presentan la euforia del maniaco, ni la pavorosa tristeza del deprimido, ni la absurdidad del esquizofrénico, ni la idiocia del demente. Los locos paranoicos -o “locos razonadores”- no muestran más síndromes de anormalidad que los relacionados con su delirio particular y son capaces dimagee enredar, confundir, influir, persuadir, sumar adeptos y volver locos con sus ideas extravagantes y coherentes a aquellos que no lo están. Pero, ¿quién puede demostrar que no posee ni un mínimo de locura?

No existe un límite claro ni establecido que separe de manera precisa la cordura y la demencia
, por lo que nunca sabremos si el tipo que camina vestido de terno por las calles de la capital es lo uno o lo otro, o un poco de los dos. O si el que dice ser cuerdo lo es realmente, o si el que dice ser loco es tan cuerdo como nadie. Parecer ser que no estamos tan libres de la locura como solemos creer.

Basta con ponerse a pensar en todos aquellos hombres que los han llamado “locos” simplemente por no seguir los consejos “sensatos” que les aconseja la mayoría, o por armar una fábula delirante que diverge, como siempre, de la opinión de unos pocos. A propósito, hay una frase que dice: “Los niños y locos dicen la verdad, por eso a los niños los educan y a los locos los encierran”.

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