miércoles, 30 de septiembre de 2009

Hipódromo de Chile

La hípica: Afición de reyes y pordioseros

Si pensaba que era necesario tener unos cuántos millones en el bolsillo para practicar la hípica, estaba equivocado, sólo basta con doscientos pesos, el mínimo para una apuesta. Si además consideró que era un deporte sólo para la elite gobernante del país, déjeme decirle, se equivoca de nuevo. En el Club Hípico no importan las diferencias de clases sociales, ni las ideologías políticas, ni el ingreso per capita de cada uno de sus visitantes. Acá sólo importan tres cosas: primero, el caballo; segundo, el caballo; y tercero, el caballo.

El Hipódromo de Chile está ubicado en la comuna de Independencia, en Santiago. Con una pista de arena de 1.645 metros se corren las carreras de caballos más importantes del país. Entre ellas, el Clásico Saint Leger, El ensayo y el Derby. Juntas, son las Triple Corona de la Hípica Nacional.

El hipódromo fue fundado en el 1900, y se estrenó con su primera disputa de carreras el 19 de septiembre de 1904. Éste, junto con el Club Hípico de Santiago y el Valparaíso Sporting Club, son los tres clubes más reconocidos de Chile.


TRIBUNA

Una pasión que sólo algunos comprenden

Una vez comienza la carrera el ambiente se enciende. ¡Paaaartieron!, grita el comentarista, y la expectación crece. Se levanta un hombre con los brazos al aire, mientras el del lado lo sigue inmerso en el más profundo trance. El comentarista no cesa ni un segundo de ilustrar con sus palabras quién va en primer, segundo y tercer lugar, hasta el último potrillo. Los caballos se acercan a la meta y ya están todos de pie, envueltos en una atmosfera de desenfreno, chasqueando sus dedos, gritando, alegando y animando a sus caballos.

No hay mayor emoción que ver llegar a tu caballo en primer lugar, asegura el coordinador de apuestas, Manuel Bravo. Según él, la expectación que provoca presenciar la carrera; mas el nerviosismo por el tiempo que demoran en partir, la ansiedad de ser el ganador, y toda la emoción que brinda el espectáculo, genera esa adicción que atrapa a los apostadores.hipodromo

Una sensación que, asegura, el dinero no puede explicar. Por eso, muchos amantes de este deporte se transforman en jugadores compulsivos. Para Manuel Bravo no se puede comparar la hípica con los juegos de azar, porque detrás de ese caballo ganador existe toda una lógica que explica su triunfo.

En efecto, detrás del caballo ganador hay, en primer lugar, un jockey o jinete que se lleva el 10% de las ganancias cuando sale victorioso de la carrera. Y cuando no, se gana los improperios y descalificaciones de todos los apostadores que encolerizados reclaman por quien consideran el único responsable de la angustiosa derrota. Así, lo sigue un preparador que gana el 40%, y un propietario del caballo que muy sentado en la galería se une a las injurias en contra de los jinetes, pero cuando la suerte juega de su lado salen a recibirlos, y de pasada, llevarse el 50% restante de la victoria.

Mientras, los fanáticos no se despegan de las carreras hasta que la suerte se compadezca de ellos. Según el preparador de Estrella Audaz, Osvaldo Martínez, un aficionado, después de suplicarle al destino una última oportunidad, logró llevarse 6 millones de pesos por una buena apuesta que significó uno de los montos más grandes que él recuerda haya ganado un apostador.

La clave secreta del ganador

Dentro del mundo de la hípica existe una serie de códigos que un novato no lograría comprender. Las técnicas, pillerías, o las famosas cábalas que suelen utilizar los apostadores son claves indispensables para los jugadores compulsivos, aquellos que han hecho de este deporte una verdadera adicción.

Sólo ellos conocen el dato, es decir, saben a cuál caballo apostar para reducir el riesgo de perder la jugada. Son hombres con experiencia en las carreras y, en más de algún caso, sus padres, abuelos y hasta bisabuelos han participado de este mundo tan particular.

Si se va por jugadas pequeñas, apueste a Ganador: cuando el caballo que escogió llegue en primer lugar se llevará parte del premio. A Superfecta, si quiere jugar con un poco más de dinero, pero debe elegir a cuatro caballos y asegurarse de que lleguen a la meta en el mismo orden que usted eligió. Casi imposible para un novato.

Si busca apuestas mayores, como a las que están acostumbrados los preparadores o dueños de caballos, váyase directo a una apuesta Pollón de Oro, que consiste en acertar en trece carreras; si le parece muy complicado, en la Apuesta Doble de Mil ganará cuando los caballos que escogió lleguen en primer lugar en dos carreras consecutivas prefijadas. Eso sí que es suerte.

Sin embargo, aquí la suerte no discrimina, y desde los simples aficionados, hasta cuidadores, preparadores, jinetes o dueños de caballos, tienen la posibilidad de llevarse una buena parte de la torta que se reparte en las carreras. Hay que tener buen ojo y el don en las carreras, como le llaman algunos. Para ello, la mayoría de los apostadores, y sobre todo quienes llevan un juego constante, utilizan las famosas cábalas para reducir los riesgos de una derrota.

Mirarles las piernas a los caballos, apostar por el que ganó en la jugada pasada, utilizar el número resultante de combinaciones numéricas creadas por los mismos apostadores, o, incluso, una mirada sospechosa del jinete hacia las graderías, son algunas de las cábalas más típicas, que si bien pueden ser gestos pequeños, en más de una ocasión, pueden ser reveladores. Parece ser que la famosa herradura guardada en el bolsillo ya pasó de moda.

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El costo de la diversión

Desde el vecino que vive cerca del hipódromo hasta el Kike Morandé, el ex Presidente Eduardo Frei, el famoso escritor chileno, Antonio Skármeta y también el jugador de fútbol, Arturo Vidal, han llegado a las dependencias del recinto para desafiar a la suerte cara a cara.

Si los personajes que visitan el lugar llaman la atención, los nombres de los caballos lo son aún más. Baila Morena, Da Vinci, Nadal, Rocaman, Della Francesa, entre otros, son algunos de los extraños nombres que los dueños dan a sus caballos.

El empleado administrador del hipódromo, Nibaldo Yañez, dice que los nombres de los caballos son simplemente la anécdota de su dueño personificada. Seguramente, Lizama (el dueño del caballo Baila Morena) vio a una negra bailando y se le ocurrió ponerle así nomás poh’, dijo entre risas.

apuesta Sin embargo, toda diversión tiene su costo. Si quiere mantener un caballo, le advierto, tiene que invertir entre los 250 a los 300 mil pesos. Pero para los administradores nada de eso importa.

Según el coordinador de apuestas, Manuel Bravo, las apuestas mueven alrededor de 450 y 600 millones diarios, y todos los recursos que sobran, como toda institución privada, se reparte entre los accionistas. Así funciona la cosa nomás, dice él.


La hípica se ha transformado en un clásico dentro de la idiosincrasia chilena. Pero cuidado, puede llegar a ser un mundo completamente desconocido para quienes nunca han experimentado la estrepitosa sensación que experimentan grandes magnates y pordioseros que ruegan por Dios ver a su caballo cruzar la meta en primer lugar.