martes, 16 de marzo de 2010

Una historia con exceso: ¿Dónde está la zapatilla?

Su zapatilla desapareció, sin dejar ni una sola pista.
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Algunos atribuyen el hecho a un conflicto existencial que desencadenó en una cólera repentina. Tomó lo primero que pilló a mano: su zapatilla, la cual arrojó en contra de un transeúnte, alguna casa, departamento, institución, o a cualquier lado, como una forma de quitar la euforia provocada por algún pensamiento resentido.

Otros descartan completamente la hipótesis anterior, pues consideran que él no haría ese tipo de cosas, sino que fiel a su estilo se sacó la zapatilla, botó esa maldita piedra que le molestaba al caminar, y luego olvidó ponérsela. Y así se fue a su casa sin percatarse de que estaba sin una de sus zapatillas hasta que su padre le advirtió a gritos: “¡Dónde dejaste tu zapatilla cabro reculiao!”.

ADVERTENCIA: Los nombres utilizados en esta historia no tienen relación alguna con la vida real. Cualquier semejanza o parentesco es sólo coincidencia. Quien se sienta aludido, por favor –antes de interponer una demanda–, contactar con el pseudoescritor de este blog. Gracias.

image Una cervezas bien heladas se encargaron de refrescar la noche que estaba bastante calurosa. Fueron una, dos, tres o cuatro, pero no pasaron de la quinta. El cuerpo ya estaba entrando en calor. Le siguieron unas cuántas de ron, que no vinieron nada de mal. O al menos eso creía al principio. Lentamente se acercaba la noche y las cosas se ponían un tanto “más borrosas”. Esteban no recuerda muy bien cómo ocurrió, pues a esas alturas ya no sabía si estaba entrando en un sueño profundo, o era el efecto de la droga, o precisamente era el alcohol que estaba subiendo por su cabeza.

En efecto, las cosas sucedieron sin su consentimiento. Mejor dicho, sin que él se  diera cuenta… y se embriagó. Curiosamente, el resultado fue similar a una de sus historias que hace ya varios días escribía, sobre un borracho sin su zapato que transitaba por la ciudad, completamente sólo y sin rumbo fijo, y que lo perdió todo por el alcohol. Resulta que llegó en condiciones similares hasta su casa a plena luz del día, cuando toda su familia se encontraba despierta.vagabundo

Camisa rasgada y empolvada, pelo desordenado sobre su rostro demacrado, ojos desorbitados, pantalones sucios y rasmillados, eso por lo poco. Lo mejor fue que con sus zapatillas no había problemas; lo peor, que sólo traía una puesta, pues la otra se le perdió.
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No cabe ahondar en qué fue lo que ocurrió cuando Esteban llegó a casa, pero tengan por seguro que no fue nada  alentador, más si no era la primera vez que llegaba en condiciones similares.Pero, sin duda, esa fue la gota que rebasó el vaso.

Desde ese día Esteban aprendió la lección y volvió a repetir esa frase que dice, “uno sólo sabe que fue suficiente cuando ya fue demasiado”. Esta vez, se dijo, será la última vez. Ahora, todas las noches antes de dormir se queda varios minutos pensando en dónde habrá dejado su zapatilla, ya que por más que intentó despejar aquellas lagunas mentales o vislumbrar aquellas visiones esporádicas etílicas –como quieran llamarle– no fue capas de recordar dónde cresta quedó, ni qué fue lo que hizo, ni por qué lo hizo, ni cómo lo hizo.

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