lunes, 3 de mayo de 2010

El día que te besé por primera vez

La primera vez que la vi noté que su mirada era sincera (jamás he conocido a una mujer con tan buen corazón). La primera vez que la vi me fijé en sus ojos grandes y atentos, y mi rostro se vio reflejado en la profundidad de su mirada. La primera vez que la vi dije que tenía una sonrisa perfecta y que nunca más la volvería a olvidar… La primera vez que la vi no creía que su mirada me atraparía tan pronto.

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Fue un 03 de mayo de 2005, en un día lluvioso en pleno otoño, cuando caí ante su encanto. No hubo muchas palabras, pues en ese momento sobraban, sólo un beso profundo y sincero, quizá el más espontáneo que he dado en toda mi vida. Desde ese momento, y sin que si quiera nosotros lo advirtiéramos, se comenzó a escribir una historia, la cual aún no termina.

Han pasado cinco años desde el primer beso que nos dimos esa tarde de otoño. Si tuviera que resumir ese momento en una palabra, diría que fue amor y nada más. Pero esa palabra abarca un cúmulo de acepciones. Diría, mejor, que la vida enseña a crecer y madurar de distintas maneras, pero a nosotros nos dio la posibilidad de hacerlo juntos. regalo

Los que de verdad han amado saben que esto no se trata de compromisos, ni de promesas, ni juramentos. Se trata de estar dispuestos a caminar unidos aún cuando el destino final no sea el mismo.  Que lo más importante es echar andar el motor principal de la vida para salir a experimentar juntos los sonidos, las visiones, los olores y los gustos que nos concede la vida. Y transformarnos en un pilar para cuando el otro no tenga dónde sujetarse.

Allí está la clave , o quizá la pillería más certera que he inventado para explicarme qué es lo que nos ha permitido estar juntos durante estos cinco años de nuestras vidas, repleto de penas y alegrías, aunque con más dichas que disgustos.

Somos una especie desconocida en este mundo, porque nosssssssssss amamos y queremos estar juntos. Porque nadie nos entiende y porque somos los únicos que entregamos sin esperar algo a cambio.

El tiempo envejece de prisa y es imperioso optar siempre por  las mejores decisiones. Y ésas, en su mayoría, son las que se toman con tiempo. Pero cuando me pregunten  cuál ha sido la mejor determinación de mi vida, diré que tuvo lugar un tres de mayo del 2005, el día en que te besé por primera vez, y que justamente ese instante no lo pensé ni una milésima de segundo.

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