viernes, 19 de agosto de 2011

Apuntes de invierno

1. Dicen que hoy llovió como nunca, que hizo un frío inédito y que hasta nevó en varias partes de la capital. Y recalco que "dicen" porque yo no me fijé en nada de eso. Pasé todo el día vegetando en la casa, prácticamente encerrado, y no pasé ni frío (doy gracias). Tenía pensado levantarme temprano para ir a la marcha estudiantil pero la verdad es que lluvia de hoy en la mañana golpeaba tan fuertemente el techo y las murallas, que me hizo dudar hasta convencerme que era mejor quedarme durmiendo. Después vi por la tele el panorama. Quizá producto del sueño (suelo pensar huevadas insólitas cuando despierto) creí que podían cancelar la marcha. Pero no, ahí los veía a todos con sus paraguas y sus impermeables -la mayoría negros- avanzando por la Alameda con el frío y la lluvia acechando. Por un momento pude imaginar como que todas esas personas marchaban en realidad por la muerte de algún personaje histórico. En todo caso, no estaba tan lejos de la muerte con esa idea que me apareció de repente, si en este país hace rato que la educación falleció.
 

2. Las imágenes me dieron recargo de conciencia. Yo tenía que estar ahí. Hace tiempo siento un deber ciudadano que jamás había experimentado. Pero no, estaba parado como huevón frente al televisor y armando en mi mente esas excusas que son en realidad mentiras para autoconvencernos de una verdad forzada por nosotros mismos. Miré por la ventana y vi que era cierto, estaba lloviendo, pero no exageradamente, y jamás vi nieve y para ser sincero no me moría por ver nieve. En la tele decían que era un hecho inusual y dividían las transmisiones de las noticias entre la marcha y la nieve tratando de hacer una conexión que me parecía forzada. Un rato veía a los estudiantes marchando bajo la lluvia y después  a un periodista en Las Condes preguntándole a las familias del sector si estaban sorprendidas por el "hecho inédito" y no faltó el cabrito chico que quería decir alguna estupidéz por el micróno y que el periodista le dio tribuna con una sonrisa de mierda en la cara. Mejor me fui a acostar. Dormí casi todo el día y ahora en la noche escribo más despierto que la mierda. 


3. Con un amigo fuimos a ver al músico chileno Manuel Huerta. Tocaba en mi universidad, en la Central. En el camino nos tomamos un vinito merlot que venía perfecto para una noche fría y nublada como esa. Yo nunca había escuchado a Manuel Huerta. Mi amigo me decía que era bueno, que le ponía, pero yo no sabía qué tanto. Ese día conocí la música de Huerta y fue un verdadero descubrimiento. Esa noche se hizo patente la belleza de su música y su letra, inconfundible. "Solo sé que quien soñó la fantasía/ se quedó con sus momentos olvidados/ y en lugar de un gran dolor/ se enfrentó con la incerteza del pasado (8)... Nos fuimos satisfechos, distinto a como entramos. Eso lo logran los grandes artistas. Huerta es uno de ellos y me da lata que en mi país no sepamos rescatarlos. Tenemos un tremendo músico tocando en un escenario bonito y con un público atento pero que no supera las 40 personas, si es que. Sé que eso importa poco para un verdadero artista y tampoco para quienes lo escuchan, incluso se rescata y se valora la cercanía y la intimidad que se genera en funciones como esas. Es el hecho mismo el que critico. Pienso en la mierda desechable de música que está de moda y que convoca multitudes que repletan estadios enteros, y me da rabia siquiera pensarlo.


4. Me cuesta escribir historias. Algo no anda bien ahí. Siento que aparecen muchas ideas y que no tengo cómo transformarlas en palabras. Y cuando lo intento, no me convence. Tengo las ganas, aunque me da una especie de temor confuso intentarlo tantas veces y darme cuenta en algún momento que simplemente no puedo o no tengo el talento necesario y que debo dedicarme para siempre a escribir lo que pienso y que el único gran libro que un día voy a poder armar y no sé si publicar se va a tener que llamar: La voz de mi pensamiento. Algo así como una recopliación de todos mis escritos de este blog más un epílogo y acompañado de textos de los autores que más leo. No suena tan mal. Pero yo quiero más. Quiero ir más allá y en el fondo... en el fondo sé que puedo hacerlo. Con un poco de paciencia voy a lograrlo. Cuando lo logre voy a sentir que mi alma se desprende de mi cuerpo y que los seis gramos que dicen que pesa, desaparecerán. Y voy a notarlo, voy a sentirme más liviano y seré momentaneamente feliz, limitadamente volátil hasta poner otra vez los pies en la tierra. Cuando lo logré voy a sentir que hice todo lo que tenía que hacer, que di todo lo que tenía que dar. Una vez le expliqué a un amigo que puedo pasar un día entero acostado, mirando el techo, esperando que la luz del día y de la noche hagan lo suyo mientras yo sigo mirando el techo esperando la nada, dejando que pase todo... pero un solo texto que escriba o incluso un solo pensamiento que traspase satisfecho a palabras, son suficientes para hacerme sentir que no fue un día perdido. O dicho de otra manera, un texto que escriba basta para darme a entender que pasar el día entero mirando el techo, sí tuvo sentido.

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