miércoles, 5 de enero de 2011

¡Locos por vivir!

La verdad es que no admiro a nadie con exaltación. No tengo a ningún ídolo a quien rendirle culto. No me jugaría la vida por el autógrafo de nadie, y no soy ningún presumido. Yo admiro a las personas que viven con entusiasmo, que no se cansan de buscar nuevos caminos y que se enamoran de su existencia: Admiro a las personas que están locas por vivir, y de ellos no necesito firmas, pues me basta con conocerlas.

A propósito, ayer en el taller de Francisco Mouat, asistió el poeta Erick Paulhammer, a quien escuché atentamente hasta sus últimas palabras ya arrastradas por el efectimageo indeclinable de unas cuantas copas de vino. Qué puedo decir de él: que es un tipo fascinante, digan lo que digan y haga lo que haga. Está más loco que nunca, pero sabe lo que es vivir. A mí me cuesta entender a las personas que nada las mueve en la vida y que nada les parece digno de brindarle un momento de reflexión; que nada les sorprende ni les inquieta. Todas ellas son personas muertas. Muertos vivientes, que viven sólo porque respiran, pero nada más.

“¿Y por qué debería interesarles algo?” El mismo Paulhammer dijo en uno de sus tantos delirios filosóficos algo parecido, y agregó incluso que esas personas –las que viven sin el menor interés de demostrar nada a nadie, ni siquiera a ellos mismos– son las más admirables de todas. Y en cierta medida, tiene razón. Sería una tontería andar por ahí exigiéndole a todo el munimagedo que tenga los mismos intereses que uno, o que se invente algunos, si es que no tiene. Por ningún motivo, vivir la vida no se trata de una imposición.

Ya sé, ya me lo han dicho varias veces y de distintos modos, aunque siempre con eufemismos –yo lo digo tal cual–, vivimos en un mundo repleto de gente, en su mayoría desinteresada y aburrida, que no espera nada de ella, ni hoy ni mañana, y que sólo pretende vivir “tranquila”, siguiendo el ciclo de vida impuesto por el sistema que el mismo ser humano ha forjado, pero del que no me hago cargo ni pretendo imitar equivocadamente. A saber: el colegio, la primera tajada a la libertad. La universidad, cuna de la ignorancia y del conocimiento envasado. El trabajo o la tortura, que es lo mismo, etimológicamente hablando, para luego producir y consumir. La jubilación, cuando ya estás cansado de vivir. Y por último, morir… ¿para recién vivir? No, gracias.

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“Las únicas personas interesantes para mí son las que están locas, locas por vivir, locas por hablar, locas por ser salvados, deseosos de tener todo a la vez, los que jamás bostezan ni dicen cosas intrascendentes, sino que arden, arden, arden, como esas fabulosas velas romanas que explotan como arañas entre las estrellas para dejar una luz azul central que al explotar hace que todo el mundo quede boquiabierto y exclame: ¡Ahh!”
Jack Kerouac

4 comentarios:

Anónimo dijo...

Vaya, vaya, vaya!!! me encanto pero super rapido mañana te vuelvo y releeo Pero Estebán tienes ke barbaro!!!!!! uffff

SIL dijo...

Diste en una tecla, Esteban.
La vida racionalizada es apenas un ciclo, como el de la planta o el de la oruga.
Lo que nos diferencia del resto de los seres vivos es esa bendita locura a la que hacés referencia.

PD. tampoco tengo ídolos. Admiro a varias personas, de las que no me interesaría un autógrafo. Me basta con su legado.

Abrazo, que atraviese montañas.

SIL

Anónimo dijo...

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s t b n ! dijo...

Mi primer post del año, para un buen comienzo de año. Gracias por los post!