sábado, 20 de junio de 2009

!Yo no extraño el colegio!

Por alguna razón no puedo entender a la gente que extraña el colegio de tal manera que daría cualquier cosa por volver a aquellos días de ocio. Para algunos –y es respetable-, fue una etapa importante en sus vidas; para mí, una tortura que duró doce años.


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Cuántas personas me han dicho que darían lo que fuera por retroceder el tiempo y detenerlo en la enseñanza media, y cuántas otras me han preguntado si lo extraño. No fíjate -les contesto-, no lo extraño, ni un solo día.

¿Qué tendría que extrañar? ¿Los cuadernos forrados? ¿(Algunos) Profes chantas? ¿La vida uniformada? ¿El corte tradicional? ¿La clase de Biología, Física y Matemáticas? ¿O Religión hasta Cuarto Medio? Qué asco.

Maldita condena que tuve que pagar. Entrada a las 7.45. Salida a las 13.30. Todos los días. “Los atrasados en esta fila” -decía el dictador, digo bien, el director- cuando llegábamos pasados de la hora. “En esta otra fila los que no tienen el uniforme correcto; y por ésta los que tienen el pelo largo”. Así como en un verdadero cuartel.

En los un cuarteles, si mal no recuerdo, no hay espacio para los pensamientos ingeniosos. No existe espacio para abrir la mente, lanzar ideas al aire, atraparlas, manejarlas y finalmente crearlas. En el colegio, todo era tan estructurado y tan limitado que terminó coartando mis pensamientos.

Pero aún así, sabiendo estas limitaciones y advertencias, quieren volver al colegio. Pongo las manos al fuego a que es para “hueviar en las clases con mis compañeros” o para “no tener tantas cosas que hacer”, como responde la mayoría de los nostálgicos.

La primera respuesta es típica de un weón que iba a puro hueviar al colegio, igual que yo, para qué andamos con cosas. La diferencia está en que a mí ya no me llama la atención hueviar en clases, o sea, no tanto. Y menos me llama la atención gastar horas de mi vida para volver precisamente al colegio y seguir hueviando allí. Ya hubo tiempo para eso.

La segunda respuesta es típica de un hombre sin convicciones ni objetivos en la vida, que prefiere estar tirándose las weas todo el día antes que darse unos minutos para cultivar su mente. ¿Para qué vivir -me pregunto- si no existen ilusiones ni anhelos? Parece que el único valor más grande que puede entregarnos la educación de nuestro país es paja, flojera y desmotivación.

De nada me sirvió el pelo cortito, la clase de religión, los zapatos lustraditos, la cara afeitada. De nada. Pero sí rescato las risas, los amigos que conocí y que mantengo, la rebeldía premeditada, las suspensiones, las citaciones de apoderado, las cancelaciones de matrícula, entre otras cosas. Poco y nada me enseñó el colegio, y lo que he aprendido ahora, en estos años de universidad, valen mucho más que los doce putos años que pasé encerrado.

3 comentarios:

Unknown dijo...

La verdad es que yo tampoco volvería al colegio, y como dices tu soy de los "weones"jaajjaja que según tu comentario iban a webiar jajajja pero en fín won yo la pase la raja mis mejores años. la unica verdad es que no aprendi nada jajja pero estamos en Chile po así que es en está shit, puro educadore sy establecimientos mediocres.

Marlina Diaz dijo...

Ay Esteba, cuando estaba en el colegio, sólo quería la universidad. Y sí, huevié demasiado en el colegio, lo pasé chancho y no me arrepiento de mi rendimiento mediocre y por debajo del promedio. Porque ahora, a diferencia de mis ebrios compañeros de república, no me derrito por una cerveza -tan fácilmente, no exageremos- y sí me tiemblan las manos al entregar un texto nuevo. Estoy motivada, tengo ganas y proyectos. Pero derrepente, los lunes a las 7 de la mañana, con el metro hasta las patas y 2 grados bajo cero, extraño el colegio. Extraño ver a mis amigas del alma todos los días, extraño -y es raro que lo diga- el uniforme. Porque es cierto que el ser humano prefiere desear que tener y yo era más feliz soñando, de vez en cuando.

Marlina Diaz dijo...

P.d:
Me encantó el look de tu blog!! chori XD