martes, 19 de abril de 2011

Apuntes cotidianos de reflexiones pasajeras

1. Tengo una botella vacía de un tequila Senda Real que mi abuelo me regaló transformada en una lámpara artesanal que ahora descansa en el velador de mi pieza. Cuando me la dio no me dijo cómo ni cuándo se la tomó. Yo tampoco me animé a preguntarle. Es tan probable que se la haya bebido junto a sus amigos, entre risas y bromas, como él sólo, entre llantos y lamentos. Ahora su luz me acompaña en las frías noches de otoño, junto a un café cargado y un libro bien grandote que estoy leyendo acerca de historias y anécdotas sobre varios personajes chilenos. Cada vez que enciendo esa luz, me acuerdo que prometí visitarlo y que aún no cumplo mi palabra.

2. Decenas de fotografías en un rincón de la habitación recuerdan varios momentos junto a una persona especial. Muy especial. Ella sonríe en casi todas. Su dulce mirada está como atenta a cada uno de mis movimientos. Me detengo en una en la que ella aparece sonriendo. Ése fue un regalo de aniversario. El marco de la fotografía, adornado con espejos en los bordes, es tan hermoso como la misma foto en la aparecemos juntos, abrazados en la playa. En la parte inferior aparece escrito: "5 años... Te amo". Siempre me quedo mirándola.

3. Posters de bandas de rock y metal pesado rodean las murallas mi pieza. Los miembros de esta clase de música son, como todos saben, puros chascones con chaquetas de mezclilla, pantalones ajustados y que miran como diciendo “si te veo, te mato”. Me acuerdo cuando era un cabro chico y me vestía de negro. Incluso, en pleno verano, a veces ocupaba bototos y cadenas si lo consideraba necesario. Todos me preguntaban que cómo cresta aguantaba el calor y yo les decía que ya estaba acostumbrado, aunque se me estuvieran cayendo los patos asaos. Yo, como siempre, quería hacer lo mismo que mi hermano mayor.

4. Tengo algunos afiches propagandísticos en contra del uso de animales en circos y experimentos científicos,. Están pegados con scotch en la muralla de mi habitación.  El más leído es el de una agrupación llamada “Ni casco ni uniforme”, que llama a la objeción de conciencia e invita cordialmente a no incorporarse a las filas del servicio militar, porque de lo contrario -aseguran- podrías terminar como Juanín. Juanín -dice el afiche- era una buena persona, un poquito flojo, un poquitín travieso, pero risueño, divertido, amable y aunque no encontraba pega estable, tampoco era lo que se llama un quedado. Pero desde que volvió del servicio militar llegó más flojo... se cansó mucho; más autoritario... ahora les grita a todos; más cerrado... no se le puede decir nada; más violento... altiro sale con los golpes; más inútil... no se le ocurre nada; más sumiso... si le gritas más fuerte se somete; más machista, es decir, más huevón; más represor... no soporta a los que son diferentes; más tonto... ya no piensa, ni rie, ni es divertido. Esa es la historia de Juanín. Juanín está en mi pieza y yo no quiero ser como él. Lo tengo ahí como advertencia.

5. Una vez escuché decir a un profesor que le daba miedo llegar a una casa en la que no hubieran libros. Yo quedé como preocupado porque en mi casa todos los libros están en mi pieza, y mi pieza queda en el segundo piso, por lo que cualquier persona que piense igual que mi profesor creerá que en mi casa no existen los libros a menos que suba hasta mi pieza y advierta, sin equivocarse, que el único que lee en mi casa soy yo. Mis libros reposan encima de mi escritorio en un orden que sólo yo entiendo. Algunos están en fila, tan apretados que no cabe ni un papel entre medio, y otros desparramados en un desorden que, al fin y al cabo, también es un orden. Un orden propio, por cierto. No sé si existe una sensación tan reconfortante como mirar desde cierta distancia todos mis libros -que no son tantos como quisiera- apilados en un solo lugar. Quizá no exista nada parecido.

6. Mi habitación tiene un papel mural con dibujos de instrumentos musicales que se repiten continuamente. Primero viene un saxo, luego un tambor y finalmente una guitarra: saxo, tambor y guitarra, saxo, tambor y guitarra, una y otra vez, por todo el ancho y el largo de la pieza. También hay notas musicales, llaves de sol y pentagramas desplegados por todo el cuarto. Algunas visitas me dicen que es un mural de cabro chico y puede que tengan razón, pero a mí me da lo mismo. Siempre me he preguntado si las notas del mural están puestas al azar o si se trata de una melodía que espera ser descifrada. Nunca me he animado a hacerlo. Es que toco muy mal la guitarra.

7. Ha pasado un poco más de un mes desde que falleció mi querido perro Martín (los pasajes de su vida quedarán para siempre en mi memoria). Han pasado dos meses desde que me fracturé el tobillo. Han pasado muchas semanas desde que no voy a la universidad. Ha pasado el verano, los días calurosos y el tiempo libre. Comenzaron los fríos días de otoño, de hojas secas y caídas y de miradas cálidas y recogidas que esperan el conteo final de los segundos que quedan de ocio. La lluvia ya se insinuó de manera discreta. El cielo se ve cada vez más oscuro. Ha pasado el tiempo volando. Han pasado muchas cosas y yo las he ignoro casi todas, porque me siento disperso. Me siento disperso y por eso escribo: para volverme a encontrar.

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