sábado, 28 de agosto de 2010

Jonás Schneider: Los dobleces de una vida que baila en la UTI del Barros Luco (Parte II)

Una vida reducida a una sala intensiva

Jonás permanece profundamente dormido. No está en condiciones de recibir a nadie, salvo en los lapsos determinados por el período de visitas. Cuando sus familiares entran a verlo y está medianamente despierto, realiza un pequeño gesto con sus manos, como para decir que está ahí, quizá no para ser el doble de Chayanne, pero sí para sostenerse en la precariedad que le permite ese hilo de vida que aún le cuelga.

imageEn el pasillo se distingue su madre, Mónica Flores, sentada en unas de las sillas del pasillo. Está acompañada de su hermana, la tía de Jonás. Ella mantiene su semblante tranquilo y no presta mucha atención al ambiente agitado que se vive a su alrededor. Está esperando que vuelva su hija, la hermana de Jonás, Romina Schneider, que acaba de entrar a verlo, porque después le toca a ella, y más tarde a su nieto, el hijo mayor de Jonás, que viene en camino.

El pasillo está atestado de visitantes. A ratos, Mónica conversa cómplicemente con su hermana sobre cualquier cosa, pero no sobre Jonás. Evitan referirse a él para no empeorar los ánimos, que ya están bastante decaídos. Después vuelven a quedarse calladas y en silencio cada una piensa en su hijo, la otra en su sobrino, que es el mismo, Jonás o Chayanne, da igual, a veces se mimetizan y ya están acostumbradas a que así sea.

Mónica, siempre algo ida, un tanto desconectada de la tensa atmósfera que invade aquel lugar y del que sigue sin inmutarse, piensa en su hijo, que permanece conectado a un ventilador mecánico y alimentado vía sonda, reposando sobre una camilla blanca en una habitación del mismo tono, y vestido ya no con sus camisas apretadas al estilo Chayanne, sino con un desaliñado delantal blanco, de esos que ocupan todos los enfermos de este hospital público.

imageCon ese traje, nadie diría que se trata de un verdadero showman que trabajaba en largas noches de martes femeninos y en despedidas de solteras en diversos bares de la capital como el doble del cantante puertorriqueño. Jonás baila, canta y seduce desde jovencitas, que son capaces de romperle la camisa de colores, pasando por las más maduras, que le piden matrimonio y algo más, hasta las octogenarias, que lo toquetean por todos lados, que lo abrazan por la cintura y se tapan la boca con sus manos, asombradas, como diciendo: “No puedo creerlo, estoy frente a Chayanne”. Él, ahora, no viste con esas ropas ni baila en esas fiestas.

A propósito, tenía varias actuaciones pendientes, pero como era de esperar, todas fueron canceladas. Varios avisos por trabajo le seguían llegando mientras se encontraba en la UTI. Eran llamadas sin respuesta. Los viajes al extranjero que estaban programados quedaron anulados. Todo se desmoronó de un momento a otro.

Pasó su Navidad y Año Nuevo alejado de los escenarios. En el hospital. Su proyecto musical, uno de sus mayores anhelos, quedó estancado. Se trataba de 15 canciones inéditas en un disco titulado Música y Amor, que tuvo que dejar de lado por el momento. También postuló al Festival de Viña 2011, pero quedó en nada. Todos sus proyectos quedaron postergados. Su vida solamente está para el tratamiento intensivo en una sala del Hospital Barros Luco.

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