domingo, 23 de octubre de 2011

Leo en voz alta


Me arrodillo en silencio y leo poesía.

Leo en voz alta, arrastrando las palabras para que suenen con cuidado,
y recito como el poeta excitado que cuenta su propia historia.

Amo la palabra y la vida entera debiera ser palabra escrita a mano.
Transformo la vida en palabras para resolver a medias mi propio descuidado,
mi propio abandono.

Me levanto y leo con más fuerza poesía, poesía, POESÍA,
y se acerca una tormenta y me dejo arrastrar por ella
y en mi memoria resuenan como ecos las estrofas de un poeta
que un día se atrevió a escribir lo que a mí me era esquivo.

Amo la poesía y la leo en voz alta
y así renuncio a la vida como es concebida.
Atravieso caminos desconocidos.
Dejo pasar el viento por mi ventana.

Avanzo un paso y no pienso en el siguiente;
avanzo al siguiente y no pienso en el que viene;
avanzo al que viene y me pierdo
y si me encuentro ya no sé si soy el que era entonces.

Bajo la mirada y leo las palabras de un desconocido,
y sus estrofas se quedan allí, inamovibles,
y se escapan de pronto dejando el rastro de lo inolvidable.

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