martes, 26 de octubre de 2010

Facebook: Desahogo posterior a un adiós cibernético

“Desactivo mi cuenta. ¿El motivo?: Cada vez que estoy conectado acá siento que pierdo mi tiempo. Quienes quieran contactarme, saben cómo hacerlo. Que desaparezca de esta plataforma no significa que no exista o que esté muerto, aunque para algunos sí. Un abrazo cibernético a todos.”

imageEsas fueron las últimas palabras que dije antes de cerrar definitivamente mi cuenta  de la plataforma virtual Facebook. Ahora me siento incómodo, un poco preocupado, nervioso, no sé. Es como si hubiera realizado una de las hazañas más grandes de toda mi vida, o como si me hubiera revelado ante el mundo con la rebeldía de pocos. Pero nada de eso.

Mi preocupación va enfocada hacia otra dirección. Me provoca un temor escalofriante imaginar que en un par de décadas más seré testigo de un mundo siniestro, lúgubre y frío, en el que las relaciones sociales se sostendrán única y exclusivamente mediante plataformas virtuales. Los vínculos cercanos, fraternos o íntimos, serán reemplazables.

Basta echar a volar un poco la imaginación para fantasear con besos cibernéticos, abrazos cibernéticos, amigos cibernéticos, fiestas cibernéticas, en fin, relaciones cibernéticas que formarán parte de una realidad imaginaria, pero tan propia de las futuras generaciones, que se posicionarán como una realidad incuestionable. Ese es mi temor, pero yo no puedo hacer nada para contrarrestar el devenir.

imageQué espantoso es todo esto. Desactivé mi cuenta de Facebook –una acción tan minúscula, tan insignificante– y siento como que “desaparecí del mapa”, o que dejé de existir  para un grupo importante de personas, y no exagero. Importante en cuanto a cantidad, no es menos dejar de lado 355 “amigos” de un momento a otro. Ya lo dije, pero lo repito, la gente que me conoce, que me quiere, o que por alguna razón necesita ubicarme, sabe cómo hacerlo.

1 comentario:

Marlina Diaz dijo...

jaajjaja BIIEEEN!!! yo no tengo el valor compañero