lunes, 5 de abril de 2010

De vuelta a Santiago…

Volver a Santiago tras unos días guatita al sol, cervezas bien heladas por la tarde, profundas lecturas nocturnas, y otras cuántas  particularidades de la playa, es como bajar del paraíso y enfrentar el infierno. Acá, en la ciudad, retomamos la lucha diaria y nos adentramos –de nuevo– al campo de batalla.

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Cuando desaparecen las responsabilidades y quedan en pie solamente las aficiones personales como las únicas ‘obligaciones diarias’, todo adquiere un tinte distinto.

Es lo que me ocurre en la playa –o en cualquier lugar de descanso con las características afines-, pues sólo trabajo en aquello que me apasiona y que me hace sentir bien. Así, las obligaciones diarias ‘desaparecen’. Tal como lo define el profesor Héctor Velis-Meza, el tiempo libre u ocio, significa,etimológicamente hablando, hacer algo por gusto, y no por obligación.

En la playa bajan las tensiones, la ansiedad disminuye, y el estrés desaparece. Le brindamos tiempo sólo a aquello que consideramos importante y lo hacemos con plena alegría.

La escritora Diane Ackerman no lo pudo haber expresado mejor en su libro “Una historia natural de los sentidos”, cuando se pregunta: “¿Qué hay más tranquilizador que sentarse en un balcón y oír las rítmicas caricias del mar a la playa? Un sonido blanco llena la habitación de un durmiente de ondas aéreas, que suele ser justo lo que necesitamos para liberar la mente de sus preocupaciones…”

Volver a la ciudad, en cambio, significa retomar el trabajo duro y la rutina diaria, significa darle la bienvenida al desenfreno común de la vida de un periodista.

1 comentario:

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