Todo iba en su curso normal. La radio, la familia, los amigos, la polola, los trabajos, la buena suerte y cómo no, la mala también. Pero todo lo bueno terminó cuando de boca de mis padres escuché la noticia que, lejos, más me ha impactado en los últimos días: Nos cambiamos de casa.
Toda mi vida he vivido en la comuna de La Florida. Ya son diecinueve años. Y ahora me entero que por problemas económicos la única alternativa para terminar con todo este mal cuento es vender la casa. Suena muy simple, pero la verdad es que para mí es un verdadero sacrificio.
Significa dejar atrás los recuerdos de mi infancia, niñez y adolescencia, y desplazar los recuerdos de mi juventud hacia otro espacio físico. Mis padres me dicen que seguramente será por acá cerca, pero esto va más allá de la distancia. Tiene que ver con el sentimiento de desarraigo. En otras palabras, dejar tu hogar para adaptarte a un ambiente totalmente distinto al que uno ya estaba acostumbrado.
Cuántas historias quedarán atrás; cuántos recuerdos; cuántas anécdotas. Tantas, que si nombrara sólo algunas desmerecería otras no menos importantes. Es que la verdad, nunca pensé que llegaría el día en que tendría que dejar mi casa por otro motivo que no fuera cuando estuviera listo y dispuesto a independizarme, única y exclusivamente fruto de mi propio trabajo. Pero todo parece indicar que llegó el día de abandonar la casa, y yo recién curso segundo año de universidad.
Mientras tanto, no queda otra alternativa que subyugarse a lo que depara el destino. Esto explica una vez más que las cosas en la vida no son como uno quiere. Pero es imposible soslayar algo muy importante: Nada ocurre porque sí. Siempre existe un trasfondo que explica el por qué y el cómo sucedieron las cosas. Los aciertos y errores que provocaron el éxito o el fracaso.
1 comentario:
Oh, que mala wn.. ojala no se cambien mas o menos cerca.
A pesar de que hay vivido siempre en la misma casa, te vay a dar cuenta que a veces los cambios son pa mejor :D
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